Todo comenzó una semana antes, cuando me preparaba para una capacitación en la ciudad de Santiago con el auspicio de mi institución laboral.
Fue una semana muy dura, todos los días la misma rutina, levantarme temprano, caminar unos 30 minutos para tomar el metro, estar sentado durante casi todo el día en un laboratorio sin nada más que hacer que seguir las instrucciones del profe… prácticamente de sol a sol para llegar de noche a la casa de unos amigos a descansar.
Esta fue mi rutina durante 5 interminables días, necesitaba un cable a tierra y desconectarme del trabajo un rato. Pero, ya tenía todo planeado, el fin de semana me arrancaría al cerro aprovechando que me encontraba en una ciudad rodeada de una gran cantidad de estos. ¿¡ Cómo no iba a aprovechar esta oportunidad para subir por lo menos uno!?.
Al igual que Pedro Picapiedras cuando suena la alarma para salir del trabajo, llegó la hora. El día viernes en la tarde me despedé de los colegas y nació en mí una enorme sonrisa, era el momento de prepararme para el cerro, en este caso el “Leonera”, de aproximadamente 5000 metros (algunos dicen que más, otros que menos, pero anda por esa altura).
[singlepic id=502 w= h= float=center] La aventura comenzó el día sábado. La primera actividad fue reunirme con Daniel y María Paz, con quienes subiríamos el cerro; y la segunda, llegar al lugar desde donde sale el minibús gratuito que sube a La Parva.
Como no es primera vez que subo a este sector, no es necesaria la bolsa de mareos, a pesar de que el chofer se esforzaba en lo contrario. Fue así que llegamos a al centro de esquí desde donde aplicando nuestro buen descuento, subiríamos al portezuelo en el andarivel dispuesto para ello. Como la cosa estaba planeada sólo para 2 días, teníamos que andar rápido.
En el camino nos topamos con una gran cantidad de personas, algunos al Leonera, otros al Plomo, al Pintor, La Parva o sólo a estirar las piernas un rato, pero todos a disfrutar del aire limpio y temperaturas un poco más agradables que las que existían a esa fecha abajo en el valle, las que no bajaban los 30 grados.
Estaba tan agradable el clima, pero prontamente se nubló y comenzó a nevar, con una intensidad tal que no podíamos encontrar la ruta hasta el lugar de campamento. “Paremos un rato y observemos”, “Esperemos a que pase”, no podíamos ver más allá de 5 metros en algunos momentos y en medio de una planicie sin puntos de referencia y de huella …. nada.
Seguimos caminando hasta que llegamos al final de Cancha de Carrera, sitio donde instalamos nuestro campamento aún bajo la nieve.
Logramos descansar un rato antes de comer, estábamos en eso cuando el clima comenzó a mejorar, y junto al calor del suelo, la nieve se derritió, como si nunca hubiera nevado. Cancha de Carreras en un par de horas quedó completamente despejada.
El lugar parecía sacado de una película de ciencia ficción, un paisaje lunar en toda su magnitud y extensión. Luego de mirar el atardecer, nos acostamos esperando descansar y de esta forma estar en buenas condiciones para el día de cumbre. La jornada fue dura y el desnivel suficiente como para provocar estragos en una persona.
Tempranamente comenzó la acción. Luego de dormir como bebés, tomamos un rico desayuno, preparamos las cosas y comenzamos a caminar bajo un manto de estrellas.
La caminata era suave en un principio, pero luego llego la parte más complicada de todo el cerro: un paso expuesto en roca con una gran caída, la cual debido a la oscuridad de la noche no se apreciaba. Pasado este pequeño escollo, comenzamos a ganar altura lo que se notó claramente en María Paz, quien decidió regresar al campamento al ser presa del mal de altura.
Continuamos caminando junto a Daniel. La ruta estaba completamente despejada al igual que el cielo, el sol hacía rato que nos acompañaba.
El cansancio empezaba a asomar al igual que la cumbre. Ya estábamos cerca, las fuerzas eran escasas, pero justo antes del último acarreo, antes de coronar el cerro, aparece imponente el Aconcagua, como dándonos las fuerzas faltantes para lograr el objetivo. Fue así como nos dimos un último aliento y logramos llegar a la cumbre.
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Llegaros los abrazos, las felicitaciones y a mirar el paisaje, a lo lejos el Aconcagua nos miraba como diciendo “Bien hecho muchachos”. Al lado, el esquivo Plomo invitándonos a subirlo.
Luego comenzaron a llegar otros montañistas a la cumbre, ahora no estábamos tan solos y podíamos tener testigos de nuestro logro.
La bajada fue llena de ánimo, como si esa cumbre nos hubiera inyectado a la vena una infusión milagrosa.
Llegamos al Campamento donde nos esperaba María Paz, comimos y descansamos un buen rato, hasta que llego la hora de bajar. El clima ya no estaba tan bueno y prometía nuevamente nieve.
Así fue como nos acompaño una pequeña nevada de bajada hasta llegar al andarivel.
Luego hasta Santiago y de regreso a Temuco.